martes, 27 de mayo de 2008

Y en días como hoy, en los que continúas pensando que tu nave sigue fuera de órbita, que intentas buscar el mapa, pero tantas estrellas te ofuscan y te hacen sentir el ser más pequeño del mundo, en el que te sigues dando cuenta que para volver a la tierra no basta con querer… sigo preguntándome ¿por qué?

Hay un algo que no me deja ver más allá de aquí y ahora, un algo invisible… llegados a ese punto decido evadirme de mi realidad inmediata y me escapo a una realidad pasada aunque muy presente aún. Las fotos me ayudan a recordar momentos, conversaciones, olores, risas…todo quisiera revivirlo de nuevo (aunque con otra política de proyecto), pero antes tengo que atar cabos sueltos casi deshilachados.

El 11 de marzo tuvimos un encuentro con la juventud de barrios marginados de Managua. La mayoría pertenecía a una de las ramas integrada por jóvenes del Frente Sandinista, otros que andaban por la calle, habían sido “invitados a pasar la tarde con españoles” y no sabían muy bien a que venían a nuestro centro en Ticuantepe.

En un primer contacto, hicimos las presentaciones protocolarias (Juan se encargaba de ello: “es un proceso de tres fases…”), después por grupos pusimos en común las realidades de nuestros países (tarea difícil el hecho de generalizar un comportamiento en España cuando ni siquiera podría hacerlo de Extremadura) hablando sobre algunos temas determinados.

Las chicas nos contaban con total naturalidad cómo siendo pequeñitas fueron violadas o maltratadas o… me sorprendió mucho, la historia de una de ellas, con la que me creaba una confusa idea: ella y sus hermanos habían sido maltratados por sus padres y abandonados. Además de ello, eran mal vistos, rechazados en sus barrios e incluso maltratados por otros vecinos. Deduzco, que al haberse ido la figura “protectora” del padre y de la madre de su lado, se quedaban indefensos ante los abusos de otros monstruos del mundo adulto. Lo peor es que ese comportamiento estaba como asumido por la microsociedad de su calle. Era un tema latente pero tabú, al fin y al cabo.

Otro chico, me contó (me costó mucho que me transmitiera sus historias) que pertenecía a una pandilla (lo que aquí conocemos como “bandas” y también existen las “maras” pero son consideradas más peligrosas). Sin saber que lo observaba dibujó varios símbolos de su grupo, cuando le pregunté por ellos…bueno…, él tiene 15 años, había dejado de estudiar hace varios, aunque sigue apuntado a secundaria. No le gusta estudiar y no ve que le sirva para nada ni ahora ni en un futuro. Con su pandilla se siente seguro, siente que pertenece a un grupo, siente que tiene identidad… Ha delinquido en varias ocasiones. Las veces que más daño ha causado al “enemigo” han sido por cuestiones de honor. No pretendo contarlas para no convertir en morbosa esta entrada en el blog.

Mirando las fotos se puede comprobar que son personas muy jóvenes la media estaría entre los 15 y 16 años. En sus miradas ya no hay expresión de inocencia, tienen la edad de niños pero su infancia se perdió hace mucho tiempo, cuando sus padres los maltraban, violaban o comenzaban a hacerse respetar clavando cuchillos por los costados de otros pandilleros. Casi todas las chicas son mamás o están “panzotas” (embarazadas), incluso les acompañan sus hijitos a esta reunión. No obstante, muchos de éstos jóvenes tienen claro que su situación no es la que quieren vivir y que van a hacer lo que esté en sus manos para cambiar su realidad y el futuro de los suyos.

Ahora bien, podemos quedarnos más conformes con este mensaje positivista, pero hay que saber que, por poco que nos guste, también es realidad que no se produce el cambio por que no se tienen los medios necesarios. Otros simplemente van conociendo el lugar que les ha tocado vivir y saben que la ley del más fuerte es la que impera.

Fue muy corta la reunión pero, ya sabéis, en este viaje sólo da tiempo ha probar escasamente los momentos, que no se te pase por la cabeza saborear nada por que te quedarás con las ganas.

sábado, 17 de mayo de 2008

SOCIALIZACIÓN, CULTURA Y EDUCACIÓN

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente de adular al rey.
Y le dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas". A lo que Diógenes le replicó: "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
(Anthony de Mello)